Hechizo y leyenda. Esc. 7

Amores que andan buscando.


El viejo Don Matías desde aquel momento dejo de ser el mismo de antes. Una fuerte raíz de amargura contaminó su carácter. La muchacha siempre tan alegre también se vio afectada.
Las visitas comenzaron a ser más formales y las conversaciones eran con mucho tacto para no sobrepasar los límites que establecía la nueva situación.
El joven Leonardo no apareció más por allí sin embargo compartía con sus amigos y de cuando en cuando se le veía por alguna fiesta. Le gustaban mucho los guateques que se daban por la zona.
Los primeros vegueros aportaban sus casas de tabaco para reunir a los poetas y a los vecinos de la zona. Poco a poco estas actividades se fueron haciendo costumbre y los guajiros se aprendían las décimas de memoria para seguir cantándolas después mientras trabajaban.
Los jóvenes enamorados les pedían a los cantores que le hicieran algunas décimas para dedicárselas a la novia o a su preferida. Se daban el arte de hacerle saber a la chica que la obra era para ella. Por supuesto que en medio de tanto secreto se formaban con frecuencia algunos felices enredos pues las obras se adaptaban muy bien a más de una muchacha.
Así las cosas y en la memoria del compadre aparecen algunas de aquellas estrofas.
Yo sé del amor que crece
y del amor que cautiva
también de la fugitiva
magia que desaparece.
Se del amor que enternece
y también de otros amores.
Y en cautividad de flores
delicadeza y aroma
yo también sé del idioma
de tus ojos soñadores.
Dice el compadre que esta inofensiva decimita trajo consigo algunos requiebros por aquello de la magia que desaparece y el remate de los ojos soñadores.
Se reunían muchos poetas de la zona y alrededores. Los más conocidos eran Manolo de Armas y Don Evelio Pérez que llenos de juventud y maestría improvisaban lo más fino de su arte campesino.
Don Matías y su muchacha asistían sin falta a estos guateques y ocupaban los primeros asientos. Aquel ambiente era tan favorable que se podía ver como el viejo se alegraba y hasta sonreía. Como si aquellas obras llenas de amor estuvieran suavizando su carácter.
Leonardo se ubicaba entre los jóvenes que permanecían de pie de tal manera que pudiera ver a su princesa. Ella también lo buscaba con la vista y aunque no conversaban directamente si lo hacían con miradas llenas de amor.
El otro recurso surgió quien sabe con qué ayuda magistral y una breve correspondencia escrita en papel de cartucho que se intercambiaban con toda la discreción y el cuidado que precisaban aquellas cosas.
Así fue creciendo la llama de aquel romance y se llegó a conocer un poco más acerca de la muchacha y Don Matías ya que en los papelitos que le escribía al muchacho hacía referencia al respeto que le tenía a su padre.
Era una situación que requería encontrar una salida victoriosa. Llegó el momento en que varias personas conocían estos acontecimientos… algunos pensaban con algo de miedo que se complicara en un mal desenlace…
La mano amenazante en la empuñadura del machete aquella tarde del jardín era una imagen que no se había borrado todavía… El romance crecía y el eminente peligro también…









Publicado por miguelpererajimenez

Escritor de cuentos y poesías cristianas donde priman la tradición, las costumbres y el amor

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